Los que fuimos niños en los 80 crecimos con películas que, en mayor o menor medida, nos marcaron, pues el cine era la gran puerta a la dimensión de la imaginación y la fantasía; así, pelis como "E.T", "Los Goonies", "Gremlins", "Exploradores", "El vuelo del navegante" y otras muchas supusieron casi un género en sí mismo: en su mayoría protagonizas por niños explorando el mundo que se veían en mil y una aventuras que resolvían gracias a la amistad.
Bien, pues tras ver esta "Super 8", está claro que pensaron en arrasar entre este nicho de mercado de treintañeros nostálgicos con una peli que evocara toda aquella experiencia cinematográfica.
El problema viene cuando la película se queda más en esa intención que en un producto redondo en sí mismo. De alguna manera, para mí ha sido como ver una "cáscara" frívola de todo aquello, pero más vacía que los sesos de un político. No hay autenticidad por parte alguna, la historia no crea el suspense que pretende, el carisma es inexistente en todo aquel que aparece en pantalla, y al ver el final te quedas con una cara de "¿Ein? Vale sí, bonito homenaje a (X), pero esto no tiene ni pizca de congruencia".
Diría que tal vez lo único que se salva son los efectos en pantalla, pero es que hasta estos están utilizados estentóreamente, queriendo impresionar a toda costa sin sentido (Vamos, lo del tren parece el desembarco de Normandía, no me jodas).
En definitiva, una peli bien representativa de la época que atravesamos: intentando beber de la autenticidad del pasado para rellenar este oscuro vacío depresivo en todos los sentidos.
Nivel: película de sobremesa, y dando gracias.