La historia está ambientada en el Japón del S.XVI, en un remoto poblado de campesinos que es asaltado con frecuencia por un grupo de 40 bandidos, dejándoles sin las cosechas fruto de su trabajo y condenándoles a la miseria. Cansados de la situación, deciden contratar a samurais para que les defiendan, pero, al no tener con qué pagarles (y estos son muy orgullosos) salvo manutención, su causa es rechazada múltiples veces. Hasta que encuentran a un samurai llamado Kanbei, que acepta el trabajo y además se encarga de formar a ese grupo de valientes.
No voy a contar más de la trama, porque merece la pena descubrirla y disfrutar de ella sin más datos previos.
Qué puedo deciros... tras perder el tiempo con cine de entretenimiento moderno (como muestra, un botón), ha sido un verdadero placer volver al cine "de verdad", realizado con sencillez, humildad, sabiduría y amor por el arte de contar historias. Esto es algo que se destila en cada minuto, esa forma clásica, ya tal vez antigüa e irrecuperable por desgracia de hacer cine, sin artificios ni búsqueda de sensacionalismo barato, con un ritmo casi perfecto... la historia te cala porque resulta perfectamente verosimil. Resulta increíble como casi tres horas y media de esta película se hacen cortas, y hora y media de muchas cosas que se producen ahora se tornan casi insoportables.
Esta película de Akira Kurosawa es considerada como una de las grandes obras maestras del cine de todos los tiempos, y cuando acabas de verla, entiendes por qué. Así que desde aquí os invito encarecidamente a que busquéis esas horas para disfrutar esta delicia con tranquilidad, no cuando os apetezca algo para entretenerse, sino ver cine del auténtico.